Sobre los viejos y los rottwielers
No es lo mismo un rottwieler viejo, que un viejo rottwieler. En el primero hay nobleza y cierta inclinación a la fatalidad. En el segundo hay un ánimo de matanza que se congela.
Si alguna vez han visto ustedes la foto de un combate -tomemos por ejemplo la célebre foto del combatiente de las Brigadas Internacionales que en el momento en que le es tomada la instantánea cae muerto- verán allí una acción y una reacción que nunca es entre la bala y el cadáver sino entre el químico que revela la foto y la penetración en la inmortalidad.
A los viejos rottwieler les sucede igual. Miren la foto de un cumpleaños donde se encuentren más de un viejo rottweiler y verán que el químico que revela la foto se las arregla para obtener una tercera composición donde nuestra mirada descubre la tendencia a la conspiración entre los viejos. Pero ellos nunca parecen estar conscientes de esa fatalidad que los liga, que no es la de la muerte si no la de la perpetuación. ¿Cómo sabemos cuándo nos encontramos frente a un gentil anciano o frente a un viejo rottwieler? Es bien sencillo.
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Luego verán la reacción.
Si es un gentil anciano, desaparecerá sin quejarse. Si se trata de un viejo rottweiler, sobrevivirá lo suficiente para ver cómo usted se pudre en la cárcel o cómo le inyectan pentotal sódico mientras él sigue leyendo el periódico los viernes en la tarde.
Sin exagerar, solo los viernes en la tarde.
La única forma de eliminarlos es con la nobleza y la cierta inclinación a la fatalidad de los verdaderos rottwielers.