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El verdadero Gotama

  En las afueras de la Antigua Delhi, la cortesana Vidhyasuna expulsó el fruto de su vientre junto a una caverna. La jungla la rodeaba y por un instante sintió piedad por la criatura que llorando extendía las manitas a su madre. Lo miró por tres segundos para recordarlo eficazmente en sus súplicas a Brahma y lo encomendó luego a su albedrío. El niño era el hijo de un dios y desde aquel contacto luminoso con la humanidad aprendió a hablar, a entender el lenguaje de los astros, las imbricaciones ínfimas del musgo y las suertes futuras del universo. Su corazón, amplio como el Ganges, se desbordaba de amor por los hombres.

  Una hora después fue devorado por las hormigas.

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